Sancamaleon + La Zurda en ND Ateneo

Campeón, dejate de joder y bailá”

Por Ma. Antonella Cozzi

La cita que titula esta nota fue la premisa general que atravesó todo el recital del pasado viernes 6 en el ND Ateneo. No, no es paradójico juntar, en menos de tres líneas, la idea de las butacas inmóviles del ND con la hiperquinesis que transmite una de las frases más ilustrativas de la canción “Sambódromo”. Es que, para Sancamaleón y La Zurda, hacerte bailar, cantar y formar trenes símil festejo de casorio rocker es tarea cotidiana, sea donde sea. En esta breve crónica, los detalles de un encuentro (pleno de todo aquello que tiene una buena fiesta) entre dos bandas de gran trayectoria y un buen manojo de espectadores fieles al coro de cada tema.

Desde Haedo, con amor

La noche se abrió pintando sobre las tablas una escena de corte Latinoamericano, en la que se fusionaban telas de colores estridentes con guardas pampas, luces de un brillo naranja gelatina y un par de muebles en apariencia nada funcionales. Entre los instrumentos en reposo, a las 21:50, y frente a un público que ya se mostraba impaciente, el ingreso de los integrantes de La Zurda al escenario (y la melena del multiinstrumentista Yazurlo, que es una entidad aparte) dio por iniciado el viaje. Llevándonos por las rutas de los sonidos más tradicionales de nuestra América, Emanuel Yazurlo, Juan Bruno, Leonel Macaluse y sus músicos invitados, conjugaron en 14 temas un rock de aires “kapangosos”, una poética de canción que no elude a la herencia de Manu Chao, pero que tampoco hace caso omiso a las baladas rompecorazones, a los aportes rítmicos del candombe más rioplatense e, incluso, al latir del Beat Box.

Repasando temas de todo su repertorio en un recital que comenzó con la canción “Mala Sangre” (de su último disco Acá y Ahora) y culminó con el corte devenido en himno de la banda: “Veinte Años”, La Zurda contó con numerosos invitados que hicieron de su puesta un espectáculo polifacético: Leandro Bisogno (de Nodisco) en los temas “Ilegal” y “Nos Faltaremos”, Andrés Ollari (de La Manzana Cromática Protoplasmática) en “Liberando Males” y “Hay un Lugar”, un pequeño plantel de percusionistas, un enérgico bailarín de malambo en “La Casita del Hornero”, y dos muchachas clowns que, entre canciones, hacían de las suyas .

Poesías a la Pachamama, denuncias de amores fallidos, vidalitas intimistas, y un vocalista que, subido a las butacas, jugó con su armónica y lo que en alguna época hubiese sido un MIC Bullet. A la familia Zurda no le falta nada. Entre canciones que podrían musicalizar un clip de Gogol Bordello y toda la influencia de los ritmos latinoamericanos, en el show de La Zurda hasta el fotógrafo oficial baila (y no es metáfora).

Cambia de colores según la ocasión”: las mil caras de Sancamaleon

A las 23:30, y luego de pocos minutos de intervalo-respiro, un juego de luces azules dejó ver una transformación escenográfica hacia un estilo más sobrio: el momento acústico de la noche había comenzado. De la mano de Sancamaleon, una familiaridad típica de charla de café se adueñó de la sala: “Amigos, buenas noches”, y con esa frase se abrió paso un in crescendo tema a tema que estalló en rock furioso 16 canciones después.

Al principio, la mesura. “Esa Melodía”, canción con la que abrieron el show, tuvo como invitados a la corista Ana Ávalos y a Nicolás Moauro, amo y señor de los parches en Paracaídasniño. Tal formación se mantuvo durante toda la primera parte de la puesta Sancamaleónica, integrando además a Pato Pérez en teclados y Fede Colella (de Vetamadre) en percusiones. Una propuesta que, en su formato “no tan” unplugged, atrapó al auditorio con sus constantes oscilaciones rítmicas, la participación de instrumentos no convencionales en conjunto (como un charango tocando en sintonía con contrabajo), un sutil dejo progresivo de base, que recuerda al OST de un filme ufológico (sobre todo en las teclas a lo Emerson, Lake and Palmer de “Hiperfurgón” en su versión ao vivo), y letras que, compositivamente rayan la lisergia de la primavera spinetteana.

Y sin embargo, “la patada”. La segunda parte del show se olvidó de todo formalismo pactado previamente y poseyó, la escena y el afuera, toda la fuerza de la esencia Sancamaleónica. La intensidad, en constante ascenso, pasó por canciones como “Carne”, “Sandro”, “Baila mi vida”, la espectacular samba-pastiche “Sambódromo” que puso de pie a todos en el ND y, como yapa y remate, la crudeza picaresca y pesada, cual si fuera un tema molotovero tamizado por Café Tacvba, de “La Patada”. Todo meticulosamente articulado con destreza de adaptación camaleónica.

¿Quién dijo que con butacas el público se inhibe? “Campeón, déjate de joder y bailá”.

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